En mis años de profesión y de estar en contacto directo y permanente con distintos textos, puedo decirles que la tarea del locutor consiste en seducir al espectador ayudándose de su personalidad, seguridad y capacidad para la comunicación.
Leer bien es, ante todo, un arte. Leer es revivir lo que alguien ha dicho, escrito o imaginado. Para conseguirlo, el primer punto a tener en cuenta es la fidelidad al texto, solo así se puede trasladar toda la carga emotiva que el escritor imaginó.
Leer es revivir lo que alguien ha dicho, escrito o imaginado.
Conocer perfectamente el texto es otro paso fundamental. Saber su naturaleza, objetivos y así poder entonar de manera acertada dándole ritmo y las inflexiones propias.
Para lograr fluidez en la expresión hay que leer en voz alta constantemente. Insistir hasta que no haya dudas y/o titubeos.
La personalidad es un sello inconfundible con los rasgos peculiares del locutor.
La seguridad la da el conocimiento y el dominio del asunto a comunicar.
La claridad la encontramos en una buena pronunciación y en una entonación correcta.
La personalidad es un sello inconfundible con los rasgos peculiares del locutor. El aplomo, el poder de persuasión y la facilidad para lograr establecer contacto a la hora de comunicar.
Así recreamos con una finalidad estética, un aspecto de la realidad de manera bella, valiéndonos de un único elemento: nuestra voz.